martes, 23 de diciembre de 2014

La atención que nos falta en las aulas


  Cada día es más habitual escuchar a profesores manifestar las dificultades que encuentran en su labor docente debido a la falta de atención por parte de sus alumnos. Al margen del aumento del número de alumnos con dificultades específicas como el trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad, (TDA-H),  en las aulas se constata una dificultad creciente en los alumnos, desde los primeros cursos de primaria, para focalizar su atención debidamente hacia ciertos estímulos y permanecer centrados en la tarea el tiempo necesario para realizarla eficazmente.

  La atención es la capacidad que nos permite filtrar de entre el vasto e inabordable campo estimular que nos rodea sólo aquella información que nos es útil y que necesitamos para desarrollar la actividad que nos ocupa en el momento presente. Este proceso, conocido como atención selectiva, precisa ser completado con la capacidad para permanecer centrado en la tarea el tiempo necesario, atención sostenida. Ambos procesos son claves para un buen desempeño escolar y pueden ser favorecidos deliberadamente a través de la realización de actividades concretas que demanden justamente eso, atención. Es decir, más allá de la variabilidad individual innata en lo que a esta capacidad se refiere,  la atención es un proceso claramente entrenable y, por consiguiente, es mucho lo que se puede hacer desde el punto de vista educativo.

  Cada vez son más frecuentes en nuestros escolares errores que obedecen a no prestar la debida atención. Es especialmente llamativo en la iniciación a la aritmética y en la resolución de problemas. Frecuentemente los alumnos copian mal los datos del enunciado, no se percatan de que el problema tienes más de una pregunta, colocan y suman o restan mal las cifras. En ortografía ocurre algo parecido y el alumno comete errores no sólo en la ortografía arbitraria (ej.: b/v) sino también en la ortografía natural escribiendo mal palabras que conocen perfectamente. Cuando se trata de escuchar ocurre lo mismo y, tras dar las instrucciones de la tarea a realizar, cada vez son más los que preguntan: ¿Qué hay que hacer profesora?

  Quedan lejos los días en los que muchos de nosotros nos entreteníamos construyendo maquetas, realizando puzles, jugando al ajedrez,… el mundo de hoy es otro muy distinto. Los niños desde el nacimiento están probablemente expuestos a una sobre-estimulación sensorial que no cesa a lo largo de todo su desarrollo.  Los juguetes que regalamos a un bebé de meses se mueven, hablan, cantan y, a menudo, lo hacen todos de forma simultánea, porque, además, son decenas los que ponemos a su alcance dificultando que el bebé se centre en uno en particular. Televisión, ordenadores, tablets, videoconsolas, tendrán poco más tarde a nuestros pequeños enganchados tratando de procesar una gran cantidad de información para la que, en muchas ocasiones sus cerebros aún no están preparados (la exposición a la televisión a tempranas edades interfiere en el desarrollo de la percepción tridimensional y la profundidad). En los videojuegos los estímulos se suceden muy rápidamente y las imágenes deben procesarse a mucha velocidad creando patrones perceptivos poco compatibles con otras actividades de aprendizaje que requieren de una observación sistemática, detallada y precisa. Muchos hemos observado cómo, frecuentemente, no se terminan las actividades iniciadas y se pasa de un juego a otro sin haber finalizado el primero.

  Los adultos no estamos libres del bombardeo de información y hemos desarrollado un tipo de procesamiento “multitarea” que nos permite estar atendiendo simultáneamente a varios procesos de una forma relativamente eficiente aunque mucho más superficial y proclive a errores. Respondemos un e-mail mientras miramos el teléfono y todo ello mientras comentamos algo con nuestro compañero para planificar lo que tenemos que hacer a continuación. Hemos perdido profundidad en casi todo lo que hacemos, nos cuesta escuchar atentamente, mirar con detenimiento,  la lectura detallada (leemos en diagonal),  no nos percatamos de los matices, los detalles, nos quedamos con la información que creemos esencial y seguimos adelante sin perder más tiempo. Y, desgraciadamente, sin darnos cuenta, nos estamos perdiendo mucho.

  Es fundamental ser conscientes de que la atención es clave para un procesamiento eficaz de la información y, por consiguiente, determinante para cualquier aprendizaje.  La capacidad de dirigir la atención hacia uno mismo y poder identificar estados afectivos es igualmente una cuestión crucial si pretendemos desarrollar la competencia emocional en los nuestros.

  A andar se aprende andando y la atención se desarrolla de la misma manera, ejercitándola. Es importante no saturar de estímulos a nuestros bebés y limitar el número de juguetes y divertimentos a nuestros niños y niñas. Es importante acostumbrarles a no iniciar una nueva actividad hasta no haber terminado la anterior; Podemos enseñar a nuestros hijos a observar con todo lujo de detalles tomándonos el tiempo necesario, enseñarles a escuchar activamente siendo para ellos un modelo de cómo hacerlo,  y desarrollar el gusto por el trabajo bien hecho.  La lectura, los juegos de construcción, los puzles, la pintura, la música son actividades que desarrollan la atención. Otros métodos, como el de la práctica diaria de ejercicios de relajación centrados exclusivamente en contar al ritmo de la respiración, han demostrado ser también muy eficaces.

  A partir de cierta edad, cuando la exigencia académica aumenta y se hace necesario el estudio diario, también puede ser de gran ayuda enseñar a los alumnos estrategias meta-cognitivas que les permitan auto-regular su propia atención,  identificando los distractores en el momento en que éstos aparecen y, en definitiva, ofreciendo al alumno los recursos que le faciliten un mayor control consciente del proceso.






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